La Fija
Me tenés seco y enfermo
Mal vestido y sin morfar
Porque el vento los domingos
Me patino con los pingos
En el Hache Nacional
Me atraganto con la verde
Y me estudio el pedigré
Y a pesar de la cartilla
Largo yo en la ventanilla
Todo el laburo del mes
Metejones de todos los domingos
Por tu culpa me encuentro bien fané
¡Qué le voy a hacer, así debe ser!
Ilusiones del viejo y de la vieja
Van quedando deshechas en la arena
Por las patas de un tungo roncador
¡Qué le voy a hacer si soy jugador!
Por tu culpa ando sin medio
Sin honor y dignidad
Soy manguero y caradura
Paso siempre mishiadura
Por tu raza caballar
Más me tira una carrera
Que una bonita mujer
Como una boca pintada
Me engrupe la colorada
Cual si fuera su mishé
Metejones de todos los domingos
Por tu culpa me encuentro bien fané
¡Qué le voy a hacer, así debe ser!
Ilusiones del viejo y de la vieja
Van quedando deshechas en la arena
Por las patas de un tungo roncador
¡Qué le voy a hacer si soy jugador!
Tango "Palermo" Letra de: Juan Villalba y Hermido Braga
Faroles en la noche
El eco de sus pasos resonaba sobre la calle desierta, un sonido que parecía multiplicarse en la noche silenciosa. Los faroles, como guardianes cansados, proyectaban luz amarillenta sobre el pavimento, y las sombras alargadas se estiraban y se encogían con cada paso. Avanzaba sin prisa, sin destino, como si el acto de moverse fuera suficiente para llenar el vacío. La soledad era su cómplice, un refugio.
La ciudad dormía, él estaba más despierto que nunca. En la quietud de la noche, la mente se libera. No hay voces que interrumpan los pensamientos. Aburrirse libera ideas; estas se entrelazan en un diálogo íntimo que solo la soledad puede permitir. A veces, ese diálogo resulta ligero, como una brisa que acaricia el rostro. Otras veces, se vuelve profundo, como un abismo que invita a explorar rincones propios que se desconocen.
Se detuvo bajo un farol y miró hacia arriba. La luz amarillenta se perdía en la oscuridad y se desvanecía en la bruma tenue de la madrugada. Cerró los ojos, respiró hondo y una bocanada de aire frío penetró en sus pulmones. Un momento claro, puro. Nadie alrededor. Pero la soledad no era ausencia, sino la presencia de uno mismo. Era entenderse sin condiciones, aburrirse sin tedio, comenzar a pensar sin distracciones.
Abrió la puerta de su pequeño departamento en el tercer piso de un edificio viejo. La habitación estaba oscura. Encendió la luz, se quitó el abrigo, sirvió un vaso de escocés barato. Luego, se sentó en el sillón junto a la ventana con un libro en las manos y disfrutó de la tranquilidad, como si el mundo entero se hubiera detenido. No necesitaba más que eso.
Está vez si, retornamos con el blog!!!
En un mundo dominado por algoritmos, likes y seguidores, las redes sociales como Instagram se han convertido en espacios donde la creatividad a menudo queda sepultada bajo la presión de la validación instantánea.
Las redes sociales nos han acostumbrado a la inmediatez, a la gratificación rápida y a la necesidad constante de atención en su búsqueda por mantenernos enganchados, han creado un ecosistema donde el contenido más extremo y polarizante tiende a dominar. No es casualidad que discursos de odio, teorías conspirativas, mensajes fascistas y propaganda política tóxica encuentren un terreno fértil en plataformas como Instagram, Twitter (ahora X), Facebook y TikTok. Estos espacios, diseñados para maximizar el tiempo de pantalla, priorizan la indignación y el conflicto, porque son emociones que generan más interacción.
El algoritmo no distingue entre contenido valioso y basura. Simplemente promueve lo que genera clics, comentarios y compartidos, sin importar si se trata de una obra de arte, un mensaje de odio o una noticia falsa. Esto ha llevado a una normalización de discursos peligrosos, donde el extremismo se disfraza de "opinión" y el odio se viraliza como si fuera entretenimiento.
Además, las redes sociales han facilitado la creación de burbujas ideológicas, donde las personas solo consumen información que refuerza sus prejuicios. Esto no solo profundiza la polarización, sino que también dificulta el diálogo constructivo. En lugar de ser espacios para el intercambio de ideas, se han convertido en campos de batalla donde prima la descalificación y el insulto.
Y luego está el contenido vacío, la superficialidad que domina gran parte de estas plataformas. Las redes sociales nos bombardean con tanta información que terminamos adormecidos, incapaces de discernir entre lo relevante y lo trivial.
Frente a este panorama un blog es un espacio propio, un refugio donde podemos compartir ideas, dibujos y pensamientos sin depender de algoritmos caprichosos. Nosotros decidimos el ritmo, el formato y la narrativa. No hay que ajustarse a las limitaciones de una imagen cuadrada o a la duración de un reel. El blog puede ser un refugio para una forma de comunicación más humana y menos contaminada. ¡Es hora de construir algo mejor!
Algunos dibujos compartidos en redes que voy a comenzar a publicar en el blog.