Ediciones Novaro un clasico



El otro día y como es una costumbre en mi, fui a un local de canjes de libros y revistas que se encuentra ubicado a unas cuadras de mi casa. Fui a ver si encontraba algo interesante y grande fue mi sorpresa cuando en un estante vi unos comic de Superman y de Batman, al acercarme para tomarlos me di cuenta que había conseguido unas reliquias, eran comic de editorial Novaro, cuantas veces amigos mios y fanáticos de los comic me habían contado que sus inicios en el mundo de las historieta había sido con algún ejemplar de esta editorial. No lo dude y me los traje a todos. Mi alegría era indescriptible había ido al local solo a chus mear un poco y como quien no quiere conseguí estas super historietas que devore ni bien llegue a mi casa.


Historia de los comic

Los orígenes del cómic

Algunos críticos mantienen que las cristaleras, el tapiz de Bayeux, e incluso las primitivas pinturas rupestres, los jeroglíficos egipcios, los dibujos de las civilizaciones precolombinas, como el lienzo mexicano de Tlaxcala, y también la Columna Trajana, en Roma, se cuentan entre los antecesores del cómic, pero su historia se relaciona más correctamente con la de la imprenta y la caricatura. Primitivos ejemplos incluyen los grabados en madera alemanes de fines del siglo XV sobre temas religiosos, políticos y morales. Las ilustraciones se hicieron especialmente complicadas con las técnicas de grabado e impresión de letras en toda Europa. En Inglaterra, hacia 1862, Francis Barlow utilizó bocadillos parecidos a banderas o rúbricas en sus hojas de propaganda de El espantoso asunto infernal de los papistas. Más tarde, en 1732, los vicios y los disparates sociales de la época fueron satirizados en La historia de una prostituta, de William Hogarth, la primera de sus ilustraciones morales sobre asuntos modernos, presentados en colecciones de grabados para ser leídos en secuencia como un relato. Su éxito fue una prueba del apetito del público inglés por las narraciones satíricas.
La intención moral y el detallado dibujo lineal de Hogarth, sin embargo, en Inglaterra pronto quedaron eclipsados por la moda de las caricaturas sociales y políticas, cuyos rasgos exagerados, líneas simplificadas y humor sobre cuestiones de actualidad se convirtieron en parte integrante del cómic moderno. Otros importantes desarrollos de este periodo fueron el perfeccionamiento de los bocadillos con lenguaje hablado, en especial en los dibujos de James Gillray, y la creación en 1809, por parte de Thomas Rowlandson de la serie de aventuras de un personaje dibujado, Dr. Syntax, cuyo atractivo popularizó los sombreros, pelucas y casacas de Syntax.


La aparición de los cómics en Europa
En 1827, inspirado por Dr. Syntax, de Rowlandson, que se tradujo al francés, y por los grabados de Hogarth, Rodolphe Töpffer, un profesor de Ginebra, empezó a escribir y dibujar sus propias novelas en imágenes, al principio para sus pupilos y amigos, pero a partir de 1833, animado por las alabanzas de Goethe, las publicó él mismo. Töpffer también fue el primer teórico de los cómics, analizando el nuevo medio de expresión en su Ensayo de fisionomía (1845). Sus álbumes fueron traducidos y plagiados, aunque sólo unos pocos artistas europeos desarrollaron sus innovaciones. Otro pionero fue el joven Gustave Doré, pero abandonó sus notables cómics por la ilustración.
El más destacado heredero de Töpffer fue el alemán Wilhelm Bush. En común con muchos artistas europeos de cómics que trabajaban en las nuevas revistas humorísticas de esta época, Bush no hizo uso de los bordes en las viñetas ni de los bocadillos para el habla, y sus textos, con frecuencia en verso, aparecían impresos debajo de sus dibujos. Su estilo audaz y animado, y sus metáforas visuales, que reflejaban el movimiento y los estados psicológicos, fueron muy imitados. La más celebrada de sus creaciones, el travieso dúo, Max y Moritz, que se inició en 1865, terminó convertido en modelo de varios cómics británicos y estadounidenses.
Busch también influyó en el personaje de cómic británico Ally Sloper, concebido en 1867 para Judy, un rival del Punch, de Charles Ross, ilustrado con el seudónimo de Marie Duval por su esposa francesa Emilie de Tessier, entonces la única artista de cómic femenina de Europa. Ally se hizo tan popular que en 1814 contó con su propia revista.


Los cómics dominicales estadounidenses
Hacia 1890, los semanarios estadounidenses de humor y dibujos humorísticos como Puck, Judge y Life, sufrían gran competencia debido a las revistas de las grandes ciudades. Los dibujantes más importantes de estas revistas fueron contratados por los nuevos suplementos dominicales en color. Especialmente el World, de Joseph Pulitzer, y el Journal, de William Randolph Hearst, publicados en Nueva York, empeñados en una feroz guerra de circulación en la que las nuevas secciones de cómics demostraron ser unas armas importantes y rentables.
En 1895, Richard Felton Outcault, publica en el diario World una historieta que cubre tres cuartos de página. Su protagonista es un chinito bajo y vivaracho, de nombre The yellow kid (El niño amarillo). Va a dar su nombre a la prensa de Hearst, "la prensa amarilla", y revolucionará el arte aún incipiente, pues es el primer personaje comercial que habla utilizando globos y que, en ocasiones, llega a dar a conocer sus monólogos internos por medio de textos impresos en su propia camisola.
Posteriormente Hearst encargo a Rudolph Dirks, de origen alemán, la creación de una versión de Max y Moritz, de Busch, titulada The Katzenjammer Kids —conocidos en español como Los gemelos y el capitán, Los dos pilluelos y Tin y Ton y el capitán Corretón—, en 1897. Siguió un periodo de experimentación sin precedentes en tiras cómicas dominicales como Happy Hooligan, de Frederick Burr Oppers, Buster Brown, de Outcault, y sobre todo Little Nemo en el País de los sueños, de Winsor McCay, alcanzando alturas sublimes en Krazy Kat (El gato loco), de George Herriman.
Estados Unidos ofreció con el cambio de siglo el medio adecuado para que los cómics se desarrollaran como un fenómeno artístico y comercial. La creciente población, incrementada por muchos europeos inmigrantes, adoptó los cómics como una diversión barata, como un espejo de su vida, y hasta como un modo de aprendizaje del inglés para adultos y niños. Los periódicos proliferaban y sus editores estaban dispuestos a invertir en talentos creativos y tecnología de impresión para incrementar sus lectores. Las tiras cómicas, los cómics, proporcionaban ingresos extra al ser vendidas a otros periódicos por medio de cadenas de prensa, y también como juguetes y dibujos animados, y para programas de radio. Finalmente a los dibujantes con talento se les concedió plena libertad para realizar páginas enteras a todo color.

Las tiras diarias
La explosión de tiras diarias horizontales de cómics se disparó con el éxito Mr A. Mutt, un tipo que apostaba en las carreras de caballos, posteriormente Mutt y Jeff, de Bud Fisher, que se inició en 1907 en las páginas deportivas del diario San Francisco Chronicle. Humorísticas y con asuntos para adultos, las tiras diarias dirigidas a los lectores de periódicos pronto se convirtieron en el vehículo perfecto para el suspense cotidiano, con Wash Tubbs, de Roy Crane, Anita la huerfanita, de Harold Gray, Thimble Theater, de E. C. Segars, donde apareció Popeye por primera vez, y muchos más.
En 1916, surge la primera tira diaria en Argentina, El negro Raúl, de Arturo Lanteri, y en 1921, Don Cantarino, en México. Unos años después, también en México, se haría muy famosa la tira cómica familiar titulada La familia Burrón, mientras que en España gozó de popularidad durante muchos años La familia Ulises, de Benejam.
Más tarde aparecieron personajes no humorísticos, como el detective Dick Tracy, de Chester Gould, y el astronauta Buck Rogers. En busca de mayor realismo en las tiras de aventuras, el estilo caricaturesco dio paso en los años treinta al encanto ilustrativo de Flash Gordon, de Alex Raymond, y al claroscuro de Milton Caniif en Terry y los piratas.
Dentro del cómic de mayor calidad artística hay que situar El príncipe Valiente, de Harold Foster, mientras que Blondie —en español Lorenzo Parachoques y Pepita—, de Chic Young, o Li'l Abner (Chiquito Abner), de Al Capp, incidían en los aspectos de la vida cotidiana. Durante los años cincuenta, las tiras de aventuras serializadas se redujeron o desaparecieron por completo, y las tiras cómicas se convirtieron en chistes, surgiendo un humor ingenioso y afilado, especialmente en la fábula Pogo, de Walt Kelly, los filosóficos Peanuts (Charlie Brown y Snoopy), de Charles Schultz, la contestaria Mafalda, del argentino Quino, las viñetas de Jules Feiffer, y Doonesbury, de Garry Trudeau. A pesar de las reducciones en tamaño, número y calidad, las actuales tiras diarias todavía cuentan con muchos seguidores.


El cómic en Europa
En Gran Bretaña los primeros cómics estaban dirigidos a los niños, con personajes como Teddy Tail (1915) y Rupert (1920), todos con el texto impreso debajo. W.K. Haseldam hizo evolucionar la tira diaria de carácter político, pero fue Pop, de John Millar Watts, en 1921, el que utilizó la narración con globos dentro de las viñetas, seguido en Bélgica por Hergé en su tira semanal Tintin, que se haría popularísima a partir de 1932.
A partir de 1932, en Inglaterra, Jane, de Norman Pett perdía regularmente su ropa, contribuyendo a mejorar la moral de las tropas durante la II Guerra Mundial. Mientras que en los años cincuenta el humor lo encabezó el holgazán Andy Capp, de Reg Smythe, con sus comedias domésticas. Un éxito más reciente lo constituyen las feroces sátiras políticas de Steve Bell tituladas If.
En España las primeras revistas infantiles carecen de historietas ilustradas hasta 1915. Sin embargo, ya en 1904 ha aparecido una revista en catalán, titulada Patufet, profusamente ilustrada. El diario madrileño ABC lanza un suplemento infantil, Gente menuda, mientras que la revista T.B.O. nace en 1917, a la que sigue tres años después Pulgarcito. Esta revista infantil es la primera que utiliza exclusivamente guionistas y dibujantes españoles, y durante los numerosos decenios de existencia ha hecho populares a personajes como El reporter Tribulete, de Cifré; Zipi y Zape, Doña Urraca y Carpanta, de Peñarroya; junto a Las hermanas Gilda, de Vázquez. En San Sebastián, a partir de 1925 se edita la revista Pinocho, que incluye muchos de los primeros cómics norteamericanos. Chicos, que aparece en 1938, dio a conocer, entre otros, a dos grandes dibujantes españoles, Freixas y Blasco.
En Francia destaca la revista Pilote, con personajes tan representativos como Lucky Luke o El teniente Blueberry, y sobre todo el popularísimo Asterix, de Uderzo y Goscinny.


Las revistas de cómics
En contra de la creencia general, no fueron los estadounidenses, sino los japoneses quienes publicaron las primeras revistas de cómics baratas y producidas masivamente en los años veinte. Impresas por lo general en color y distribuidas cada mes, recurrían en principio a material estadounidense, pero ya en los años treinta empiezan a incluir material original y de mérito artístico. El formato tuvo tanto éxito en Japón que dio origen a la aparición de librerías especializadas exclusivamente en cómics, conocidos por manga, que continúan disfrutando, y ya a escala global, de una gran aceptación. La primera revista estadounidense de cómics apareció en 1933, regalada por un producto comercial con fines de promoción. Al año siguiente se publicó la primera revista de cómics comercial, Famous Funnies 1, que incluía reimpresiones de tiras cómicas.
Según aparecían más revistas de cómics, los editores no contaban con suficientes tiras para reimprimir y se vieron en la necesidad de producir material nuevo y barato, encargado por lo general a dibujantes muy jóvenes. Después de cinco años de rechazos, dos jóvenes de Cleveland, el guionista Jerry Siegel y el artista Joe Shuster, consiguen vender su héroe, Superman, a las páginas de Action Comics, en las que se publica por primera vez en 1938, convirtiéndose en un éxito inmediato. Este éxito de Superman hizo que surgieran numerosísimos imitadores. Cuando Estados Unidos empezó a participar en la II Guerra Mundial, la legión de superhéroes se había virtualmente apoderado de los cómics. Muchos no merecían la pena, pero unos cuantos lograron sobrevivir, como Batman, de Bob Kane y Bill Finger, seguido por La antorcha humana, Sub-Mariner, The Flash, Capitán América, que constituyeron todo un ejército propagandístico de personajes con superpoderes que luchaban contra Alemania y Japón. En 1943, un artículo de la revista Newsweek calculaba que entre niños y adultos se leían 25 millones de revistas de cómics mensualmente. Hacia 1950, la cifra se había doblado a 50 millones, alcanzando la cima en 1954 cuando se publicaban 150 millones al mes.
Durante la guerra, en Alemania no hubo cómics porque Hitler los despreciaba, pero los italianos lanzaron a Romano el Legionario y, sobre todo, a Dick Fulmine, que fue muy popular en los países de habla española con el nombre de Juan Centella. Por su parte en Japón, contaban, entre otros muchos, con Norakuro.
La guerra tuvo eco, también, en naciones no directamente beligerantes como España y Argentina. Los "superhéroes" declinaron con el final de la guerra y ocuparon su lugar otros géneros, desde animales basados en dibujos animados, a historias del Oeste, la jungla, crímenes, romances y terror. Destacan en esta época los detectives Rick Kirby y Steve Canyon, creados respectivamente por Alex Raymond y Milton Caniff, dos de los maestros indiscutibles del género.
A algunos psicólogos, padres y educadores les preocupaba que las revistas de cómics, en especial las de crímenes y terror, influyeran en la delincuencia juvenil, y ante sus exigencias los propios editores impusieron férreos controles. Muchas de las empresas, debido a ellos, tuvieron que cerrar. Aunque limitados por los códigos de censura y la competencia de la televisión, algunos editores consiguieron revivir en los años sesenta. Un caso destacado fue el de Marvel Comics, con el guionista Stan Lee, y los dibujantes Jack Kirby y Steve Dikton, que concibieron un universo interconectado de héroes trágicos como Los cuatro fantásticos, Spider-Man, Doctor Extraño y Silver Surfer —en español Estela plateada— cuyos poderes sólo les creaban problemas. A partir de entonces, el género de los superhéroes ha dominado la industria del cómic y el estilo impulsado por Marvel se ha impuesto. Durante estos años también florecieron los coleccionistas que se organizaron y publicaron revistas, o "fanzines", celebraron convenciones, establecieron premios y contribuyeron a que se abrieran tiendas especializadas que en la actualidad son las que realizan el mayor número de ventas. También la contracultura publicó cómics para adultos, conocidos por comix, o comics underground, que no sólo liberaron al medio rompiendo muchos tabúes, sino que desarrollaron unos estilos muy originales, como ocurrió con Robert Crumb, y sus famosas creaciones Fritz el gato y Mr Natural, o Gilbert Sheldon y sus Freak Brothers. En España tuvo su equivalente en la revista El víbora, donde, entre otros, destacaron Gallardo y Mediavilla, con su personaje Makoki, y Nazario.


El cómic hoy
El cómic ha adquirido un estatuto de producto cultural a partir de los años sesenta. Artistas como el italiano Guido Crepax, el francés Philippe Druillet, el japonés Shinji Nagashima, el filipino Alex Niño, el estadounidense Mike Mignola, el mexicano Alejandro Jodorovski, o el español Enric Sió, entre otros muchos, desarrollaron historias para adultos de indudable calidad gráfica y literaria. Sus personajes han pasado a formar parte del acervo cultural y resultan tan conocidos como sus contrapartidas literarias o cinematográficas. Por su parte continúan publicándose infinidad de revistas y se editan novelas gráficas que, en ocasiones, superan en calidad, a los textos literarios en que se basan.