Clowes, Daniel

Todavía recuerdo el día el día que estaba en la comiquería y casi sin quererlo encontré un ejemplar de Eigthball, la portada me pareció desopilante y a la vez rara, al hojearlo note que todas las historietas que contenía dicho ejemplar estaban firmadas por un solo autor “Daniel Clowes”. Disculpar mi ignorancia pero hasta ese momento no había leído ninguna obra de Clowes, solo había escuchado su nombre por recomendaciones de amigos los cuales me decían que el era uno de los referentes del cómic underground norteamericano. Ese día compre el ejemplar y unos días después volví y adquiri todos los otros números de Eightball que había en la comiquería, ¡si señor! Así de rápido me atrapo Clowes.
Sus trabajos nos muestran una galería de personajes extraños con un estilo único e inigualable, con un sentido del humor rozando el cinismo y siempre acudiendo a la realidad cotidiana para retratarla a su manera, meter cierta crítica, y principalmente sorprendernos con las personalidades de sus personajes.
Ahora que ya tengo leídas unas cuantas obras de Daniel, puedo decir que es uno de los autores con más talento y originalidad que existen en el mundillo de los comic.


Repaso de su carrera y su vida.

Estudió arte en el Instituto Pratt de Brooklyn, Nueva York. Al terminar sus estudios intentó infructuosamente conseguir trabajo como ilustrador en Nueva York, Entre 1985 y 1989 colaboró realizó tanto textos como dibujos para la revista Cracked, donde desarrolló sobre todo una sección titulada "The Uggly Family". En 1985 debutó en el cómic publicando en Love & Rockets, la revista de los "Hernandez Bros." (Gilbert y Jaime Hernández, una historieta protagonizada por el personaje Lloyd Llewellyn. Posteriormente se publicó una serie de seis comic-books en blanco y negro consagrados al personaje, así como un especial, The All-New Lloyd Llewellyn Special (1988).
En 1989 apareció el primer número de un nuevo comic-book realizado por Clowes, Eightball. Además de varias historietas cortas autoconclusivas, Clowes ha desarrollado en esta publicación varios relatos de mayor extensión: la
surrealista y siniestra Como un guante de seda forjado en hierro ("Like A Velvet Glove Cast In Iron", en los números 1-10); Ghost World (números 11-18), que fue llevada al cine por Terry Zwigoff; y David Boring (19-21). Todos estos títulos fueron posteriormente publicados como novelas gráficas.
Las últimas entregas de Eightball son los números 22 ("Ice Haven", 2001) y 23 ("The Death-Ray", 2004), concebidos como narraciones independientes y publicados a todo color y en formato de gran tamaño.
Clowes ha hecho incursiones también en el mundo del cine, adaptando sus propios guiones para la pantalla (es el caso de la película Ghost World, dirigida por Terry Zwigoff en 2000). Además, ha realizado ilustraciones para gran número de revistas, como
The New Yorker, Details Esquire o Village Art, entre otras muchas; carteles para el cine (entre ellos el de la película de Tod Solondz Happiness; e incluso dibujos animados (el vídeo "I don't wanna grow up" de Th Ramones). También colaboró en los años 90 con Coca-cola al prestar sus dibujos para promocionar la fallida OK Soda, un refresco cuya población diana era la Generación X.





La soledad es cuando uno vive en Tegucigalpa

Carta abierta que escribio Allan McDonald un artista de Honduras, en ella cuenta la realidad de su pais ante el golpe de estado. mi solidaridad con el y el pueblo (el verdadero pueblo Hondureño).

La soledad es cuando uno vive en Tegucigalpa

Por Allan McDonald

Hacer caricaturas es un oficio muy parecido, en la apreciación de los lectores, a las piruetas de un arlequín. Normalmente quienes nos dedicamos a este aislado e inútil oficio nos encontramos a diario con gente que te pide que por favor le des un autógrafo en imagen para hacerlos reír por un momento, o que le dibujes a Garfield a los hijos de ellos, que ni idea tienen de quién es uno, o qué hace. Por eso suelo no salir tanto a las calles, porque mi generosidad puede sin lugar a dudas erosionar los vuelos limitados de mi creatividad y hacerme perder la perspectiva del compromiso que diariamente tengo que asumir con la realidad y con la condición humana.
En Honduras, hacer dibujo político es contar chistes. Nuestro país es surrealista y ya lo era desde antes de salir en las portadas y en las pantallas plasma del mundo. Pero fue preciso que se suscitara esta experiencia cavernaria para que se supiera que un ojo sangrante puede alojarse en la macana de un gendarme. Y que el preguntar al pueblo sobre si apoyás algo o no para escribir una página de cambios puede provocar destierro, detenciones, muertes, represión, aislamiento, porque en sus mentes cuadradas de petulancia occidental el pueblo no está preparado para pensar, y la democracia no puede cometer la absurda irresponsabilidad de conferirle un espacio de decisiones. O que por ejemplo muchos hondureños estén defendiendo la Constitución en las calles con su indignación y su sangre encharcada en las avenidas pavimentadas de verde olivo, y en los televisores nacionales aparezcan las lágrimas negras del rimmel descolorido de Verónica Castro en los novelones mexicanos, porque es más interesante el drama del celuloide que el drama humano, y que algunos intelectuales bonitos se pase las horas discutiendo sobre la tragedia griega sin importarles la tragedia nacional, y los viejos, jubilados de la nostalgia, pierden sus últimos días jugando cartas de azar sin importarles que la patria está perdida, atravesada por un rey de corazones, y los jóvenes light se pasean en los malls, tristes por la muerte del rey blanco y negro del pop.
Mirás al país, te introducís al país y como Henri Bergson, sentís que te engolfás en un barco alucinante, que no distinguís el maridaje defectuoso en la geometría arquitectónica de los diseñadores burgueses entre un edificio de una red hotelera de prestigio internacional y la otredad configurada con un trazo inigualable de miseria como el zaguán en que se esconden todas las porquerías de una sociedad que mira en la pobreza un defecto y en el pobre un estorbo urbano. Aquí donde la vida está en las manos de la voluntad del otro y la pobreza en el bolsillo ignominioso de unos cuantos ricos. Este mapa hondo de desigualdades es el tema de mi trabajo. Eterno retorno de Nietzsche a la desigualdad y la vuelta de la desigualdad en una vieja callejuela de Tegucigalpa, marcada por los grafitis de las jóvenes generaciones que por primera vez saben que el mundo cabe en sus manos y no en Google, y la utopía en el compromiso permanente. Esta bendita juventud que acometió contra las estupideces de una vieja generación que nos legó una guerra risible de fútbol, golpes de Estado y militares con medallas como minas andantes, y en la algidez senil, esta locura de golpe como una forma de decirse a sí mismos que todavía pueden jugar la partida de ajedrez final, mientras la violencia militar pone en jaque mate nuestro futuro. La voluntad de poder, mal asimilada desde Schopenhauer como germen de la locura actual, pero sobre todo una vida y una eterna representación de personajes que no se cansan de jugar el mismo papel de voraces aves de rapiñas.
Por todo ello, la vida ha perdido valor, y la dignidad es una broma macabra que solo cabe en el espíritu de los que estamos enfermos de realidad. La solidaridad mundial que he recibido me ha conmovido, como también la indiferencia y la burla de la prensa local, que está armada de razones de desprestigio y artilugios para llamarle caricia a lo que sin lugar a dudas fue un golpe. Fui detenido, qué importa, unas cinco horas no más; otros compañeros han sido heridos; otros muertos; y la mayoría silenciada por la amenaza y el secuestro. Esto es un Estado agrediendo al individuo, al legítimo bien supremo de las constituciones burguesas, que a veces recurren a las armas para recordarnos que somos personas solamente, y que ellos trazan geométricamente la medida de nuestros silencios. Tegucigalpa, la vieja, bella “putía”, trazada por la lógica superlativa de la sobrevivencia diaria, con puentes llenos de lodo como recuerdo aun de los huracanes, las calles destartaladas, los voceadores de periódicos, las vendedoras de ropa usada que desafían la lógica del libre mercado, los vendedores de CD pirateados, que gritan que ya tienen el último de Michael Jackson, esta Tegucigalpa colonial, un hoyo de casitas miserables, una ciudad barrida de fantasmas del siglo pasado que viven esperando un milagro para sentirse capital, hoy es el centro del club de los últimos gorilas del siglo XXI, Tegucigalpita de mis amores, hoy congestionada de marchas de ricos que abultan la masa con guardaespaldas y en las otras calles muchachos con sus morrales en las espaldas librando la batalla de sus vidas, campesinos descalzos, descamisados, madres solteras a puño limpio con los militares con caras de niños campesinos, explotados por el sistema, con uniforme ajeno y garrote prestado, militares pobres que no saben qué guerra liberan, que nunca han leído esas teorías de la izquierda o derecha, su única ideología es ponerse un casco que los libre de las piedras arrancadas con el alma de los muros de la resistencia.
Esta es la Tegucigalpa que hoy retrasa su faena cotidiana para lidiar con el fervor ciego de unos fanáticos que como tigres hambrientos ven en el rito de la sangre la confirmación sádica de su salvajismo. Hans Arp y De Chirico podrían recortar el diario y hacer collages de taxis llenos de tanques de sangre o de muchachitos sacados de las etnias milenarias para disparar el odio que no pudieron conjurar con la venganza de siglos. O una mujer caminando con la luctuosidad de una actriz y un niño vociferando en sus faldas de seda el próximo número de la lotería. Así es Tegucigalpa, así las desigualdades, así la ternura de la utopía diaria. Así el amor a la vida, así la necesidad de cambios. Así lo leyó nuestro presidente, de quien diariamente se reían porque no se comportaba con la delicadeza y los urbanismos de un ministro europeo y provocó reformas que perforaron bolsillos herméticos. Así es la Honduras a quien han despojado de voz, porque en las calles solo se permite que digas que tenemos un mesías con apellido italiano pero con un corazón propio de las peores mafias napolitanas.